EXTRAIDO DE “LA IMPORTANCIA DEL LLANTO EN LOS NIÑOS/AS Y BEBES”, ASOCIACION PRIMAL
La función del llanto
Los niños/as lloran para comunicar una necesidad o un malestar.
Sin embargo no lloran sólo para satisfacer una necesidad inmediata (como el hambre o la necesidad de contacto físico), sino que el llanto cumple una función primordial en la descarga del estrés acumulado causado por la insatisfacción de una necesidad primaria o por un suceso traumático (como un parto difícil o la separación de la madre al nacer).
Debido a la represión sistemática del llanto en nuestra sociedad, casi todos los llantos causados (o activados) por un suceso presente conectan con alguna experiencia pasada, alguna experiencia que no hemos llorado lo suficiente. Es un pretexto para llorar sentimientos atrasados.
El proceso de recuperación del llanto –llorar hasta desahogar el dolor- es natural en los niños/as. Lo utilizan para deshacerse de sensaciones molestas relacionadas con la falta de amor y de seguridad.
Pueden valerse de un suceso sin importancia para mostrar su malestar. Si nos ponemos a su lado, le acariciamos y/o le abrazamos, le escuchamos, el sollozo puede subir de intensidad hasta convertirse en un llanto desproporcionado con el incidente en sí y prolongarse durante un buen rato.
Es aquí cuando los padres se sienten desbordados y sin saber qué hacer. Pocos adultos somos conscientes de esta realidad, de la función de descarga del llanto, incluso en nosotros mismos.
Lo que debemos tener en cuenta en estos momentos es, que los bebés que son dejados llorar solos, aunque sólo sea unos minutos, se sienten confusos y abandonados, con frecuencia impotentes y ansiosos, y en ocasiones aterrados. Más aún, fallan a la hora de desarrollar una confianza básica, que es vital para su desarrollo emocional. Por esta razón, los bebés nunca deberían de ser dejados llorar solos.
Si permitimos al bebé descargar su estrés a través del llanto, se tranquilizará, y se sentirá seguro y querido. No tiene sentido distraerle de su llanto, porque esto sólo pospondrá su necesidad de llorar. Nuestra fución como padres no es necesariamente proteger a nuestros hijos/as de todo dolor, dificultad o frustración, sino más bien ayudarles a aprender a tratar las emociones resultantes.
Si permitimos a nuestros hijos/as expresar su malestar, se sentirán más fuertes, independientes y seguros de sí mismos. Además, saber escuchar toda la gama de emociones de nuestros hjos/as es una herramienta muy importante en nuestra relación con ellos. En el proceso ganamos su confianza y mejoramos nuestro vínculo afectivo.
Los mecanismos de control de los niños/as (“mecos”)
Los mecanismos de control son considerados como una forma de adormecimiento psicológico o disociación. Esto es, una actividad que permite al niño/a aparcar el dolor no resuelto.
El mecanismo de control que los padres utilicen para distraer a su niño/a de la sensación de dolor o malestar se convertirá, con toda probabilidad, en su “meco” particular. Estos mecos se muestran como verdaderas necesidades y no son diferentes de los mecos de los adultos y sus adicciones.
Cuando los padres o cuidadores no somos capaces de escuchar o soporta las emociones fuertes de los niños/as, estos no se sienten vistos en su totalidad, y forman vínculos sustitutorios con objetos inanimados (chupetes, biberones, juguetes), con partes de su cuerpo (chuparse el dedo…) o con el pecho de su madre (lactancia excesivamente frecuente, colgarse de la madre, solicitud constante de entretenimiento).
Las formas de reprimir el llanto pasan por
-decirle que se calle,
-castigarle,
-aislarle retirándole la atención,
-distraerle con música o movimientos,
-ponerle algo en la boca (comida, chupete, teta),
-burlarse,
-minimizar su dolor,
-recompensarle si deja de llorar
-hacer que hable o se ría cuando intenta llorar.
El llanto y el sueño
Cuando un niño/a tiene sueño y se encuentra en el entorno familiar adecuado, ¿por qué llora en vez de dormirse? o ¿por qué se despierta poco después y vuelve a llorar?
Los trastornos del sueño están directamente relacionados con el nivel de estrés del niño/a. Por lo tanto, la clave del sueño está en comprender pior qué está tenso y cómo podemos ayudarle a relajarse.
Las sensaciones de incomodidad o malestar de un niño/a tienden a hacerse conscientes cuando su atención se interioriza, en los momentos que preceden al sueño.
Durante la vigilia, la actividad y las distracciones mantienen la atención del niño/a hacia el “exterior” y es más difícil que conecte con sus sensaciones interiores profundas.
Los momentos que preceden al sueño son la fase más propicia para que se descargue una parte del estrés acumulado, ya que no puede distraerse tan fácilmente ni evitar las sensaciones que afloran de su interior. De hecho, son esas las sensaciones que le activan y le impiden dormirse.
Por ello, a menudo les cuesta dormirse a pesar de estar cansados y con sueño, y con frecuencia parecen más activos y excitados sin motivo aparente.
Los niños/as que lloran antes de dormir, estén o no “pasados de vueltas”, tienden a dormir mejor, porque trasladan menos sensaciones de estrés al sueño, y es muy raro que estos niños tengan después pesadillas.
Cuando un niño/a o bebé lloran, podría recomendarse
-coger al bebé, presencia física
-relajarse uno mismo siendo consciente de nuestro amor por el bebé y de nuestros propias emociones ( si necesitamos llorar también, adelante)
-asumir las causas del llanto (de ambos) y verbalizarlo
-contacto visual ( a veces lloran con los ojos cerrados, pero los abren de vez en cuando para comprobar si hay alguien que les presta atención)
-continuar con el bebé hasta que deje de llorar.
En la mayoría de los bebés el cambio en los hábitos de sueño empieza a verse en pocos días, aunque una mejoría total puede durar varias semanas o meses.